Ambos iniciaron su historia de amor en 1980. A pesar de que les advirtieron “amores de verano, lágrimas de invierno”, el destino los puso en el mismo escenario a 30 años de su ruptura.
La de Francisco y Clara es una historia muy romántica y entretenida para conocer. Cuando ambos tenían 15 años, se enamoraron en las playas de la costa atlántica de Argentina, donde los padres de los dos tenían una casa, lugar en el que cada verano se reunían para pasar las vacaciones.
Desde los 8 años, Clara estaba interesada en Francisco. Él recién se dio cuenta de los sentimientos de ella en el verano de 1980, cuando la vio con el cabello larguísimo y la piel bronceada por los rayos del sol. Sus emociones los llevaron a caminar bajo la noche estrellada en la orilla de la playa.
Esa vez, los dos conversaron durante varias horas, rieron y luego ella le pidió que le ayudara a llegar hasta el travesaño de una tienda. Fue al momento de sujetarla cuando “apoyó los pies de nuevo en la arena, quedamos nariz con nariz y nos besamos de la manera más dulce en que dos adolescentes podían hacerlo”, contó Francisco a Infobae.
Sin embargo, las caminatas y charlas de horas en el verano se acabaron y pronto ambos volvieron a sus residencias. Él vivía en Buenos Aires y ella en Rosario. Pese a ello, vivieron su relación a la distancia. Se mandaban cartas de varias hojas y cassettes donde se contaban cuánto se extrañaban.
Un día, a Fran le llegó una carta de Clara, pero el grosor no era el mismo. Cuando abrió el sobre, el hombre vio solo una cara del papel escrito. El miedo le inundó y, finalmente, accedió a leerla. Cuando acabó de hacerlo, el mundo se le vino a los pies, lo que había temido se hizo realidad: Clara le terminó, le había dicho que conoció a otro chico.
Los demás veranos no fueron los mismos. Cada vez que la veía, no la sentía como en aquel verano de 1980. Llegó el servicio militar y Francisco dejó atrás su vida enfocada en ella. Cuando regresó de la milicia, Fran hizo su vida: se casó y tuvo seis niños.
Todo parecía ir como de costumbre, aunque la idea de volver a ver a su amor de verano cruzaba su mente en algunos momentos al día. Tuvieron que pasar 15 años para escuchar nuevamente de ella. Ambos se vieron las caras y se fundieron en una cálida conversación, mas Fran nunca supo que ella no se había casado ni que guardaba cada una de sus cartas a diferencia de él.
Luego de 15 años de dicho encuentro, Fran ubicó a cada uno de sus amigos en Rosario a través de Facebook. Su búsqueda llegó hasta el hermano de Clara, a quien le dio todos sus datos esperando que ella se enterara de su contacto. Y así fue.
Clara le envió un mensaje y a partir de ese momento se mantuvieron conectados conversando por Skype hasta altas horas de la madrugada. Fue en una de esas charlas cuando su esposa, curiosa por saber qué hacía pegado a la computadora, lo descubrió.
Aunque él sabía que estaba mal engañar, se encontró con su novia de la adolescencia tras mentirle a su esposa sobre un viaje de negocios. Ana, su pareja, le preparó la maleta y, antes de que viajara, le preguntó si tenía que preocuparse de algo. “No, mi amor”, contestó Francisco.
Cuando volvió a ver a Clara, en una estación de bus, se sintió como aquel adolescente que se enamoró de ella en un minuto. Ambos se pusieron al día, compartieron regalos y permanecieron juntos el fin de semana. El engaño a su esposa duró un año entero, hasta que Clara, nuevamente, puso fin a los encuentros.
A pesar de no haber dicho nada, Ana siempre sospechó del engaño. Ella y Francisco duraron algún tiempo más y luego se divorciaron. Fran se había quedado sin su esposa y sin la mujer a la que siempre idealizó, algo que no imaginó ni en sus peores sueños.
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La de Francisco y Clara es una historia muy romántica y entretenida para conocer. Cuando ambos tenían 15 años, se enamoraron en las playas de la costa atlántica de Argentina, donde los padres de los dos tenían una casa, lugar en el que cada verano se reunían para pasar las vacaciones.
Desde los 8 años, Clara estaba interesada en Francisco. Él recién se dio cuenta de los sentimientos de ella en el verano de 1980, cuando la vio con el cabello larguísimo y la piel bronceada por los rayos del sol. Sus emociones los llevaron a caminar bajo la noche estrellada en la orilla de la playa.
Esa vez, los dos conversaron durante varias horas, rieron y luego ella le pidió que le ayudara a llegar hasta el travesaño de una tienda. Fue al momento de sujetarla cuando “apoyó los pies de nuevo en la arena, quedamos nariz con nariz y nos besamos de la manera más dulce en que dos adolescentes podían hacerlo”, contó Francisco a Infobae.
Sin embargo, las caminatas y charlas de horas en el verano se acabaron y pronto ambos volvieron a sus residencias. Él vivía en Buenos Aires y ella en Rosario. Pese a ello, vivieron su relación a la distancia. Se mandaban cartas de varias hojas y cassettes donde se contaban cuánto se extrañaban.
Un día, a Fran le llegó una carta de Clara, pero el grosor no era el mismo. Cuando abrió el sobre, el hombre vio solo una cara del papel escrito. El miedo le inundó y, finalmente, accedió a leerla. Cuando acabó de hacerlo, el mundo se le vino a los pies, lo que había temido se hizo realidad: Clara le terminó, le había dicho que conoció a otro chico.
Los demás veranos no fueron los mismos. Cada vez que la veía, no la sentía como en aquel verano de 1980. Llegó el servicio militar y Francisco dejó atrás su vida enfocada en ella. Cuando regresó de la milicia, Fran hizo su vida: se casó y tuvo seis niños.
Todo parecía ir como de costumbre, aunque la idea de volver a ver a su amor de verano cruzaba su mente en algunos momentos al día. Tuvieron que pasar 15 años para escuchar nuevamente de ella. Ambos se vieron las caras y se fundieron en una cálida conversación, mas Fran nunca supo que ella no se había casado ni que guardaba cada una de sus cartas a diferencia de él.
Luego de 15 años de dicho encuentro, Fran ubicó a cada uno de sus amigos en Rosario a través de Facebook. Su búsqueda llegó hasta el hermano de Clara, a quien le dio todos sus datos esperando que ella se enterara de su contacto. Y así fue.
Clara le envió un mensaje y a partir de ese momento se mantuvieron conectados conversando por Skype hasta altas horas de la madrugada. Fue en una de esas charlas cuando su esposa, curiosa por saber qué hacía pegado a la computadora, lo descubrió.
Aunque él sabía que estaba mal engañar, se encontró con su novia de la adolescencia tras mentirle a su esposa sobre un viaje de negocios. Ana, su pareja, le preparó la maleta y, antes de que viajara, le preguntó si tenía que preocuparse de algo. “No, mi amor”, contestó Francisco.
Cuando volvió a ver a Clara, en una estación de bus, se sintió como aquel adolescente que se enamoró de ella en un minuto. Ambos se pusieron al día, compartieron regalos y permanecieron juntos el fin de semana. El engaño a su esposa duró un año entero, hasta que Clara, nuevamente, puso fin a los encuentros.
A pesar de no haber dicho nada, Ana siempre sospechó del engaño. Ella y Francisco duraron algún tiempo más y luego se divorciaron. Fran se había quedado sin su esposa y sin la mujer a la que siempre idealizó, algo que no imaginó ni en sus peores sueños.
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