La mayoría de especies que se introducen en un nuevo hábitat desde otra región no se adaptan y desaparecen. En algunos casos se reproducen y subsisten con el alimento local, e incluso se convierten en una plaga, causando cambios en la composición, estructura y procesos ecológicos de los ecosistemas naturales invadidos. Es el caso del pez león, por ello, este llamado de alerta
Exuberante y hermoso, de unos 30 cm de largo, variado en diseño y color, el pez león tiene un cuerpo pardo rojizo cubierto de finas listas blancas. Con su penacho de largas y semitransparentes aletas dorsales decoradas con franjas rojas y blancas, destacan sus largas y finas hebras blancas.
Cuando el pez león extiende sus grandes aletas pectorales parece una mariposa de otro mundo. Pero ¡qué no nos engañe su delicada belleza! Esos colores y diseños llamativos son una clara advertencia para sus posibles depredadores, ya que este pequeño pez posee en los larguísimos rayos de sus aletas un potente veneno que utiliza para su defensa.
El pez león, conocido como “lion fish”, “turkey fish” o pez escorpión, es una especie del género “Pterois”, de la venenosa familia de peces Scorpionidae. Oriundo del Océano Indo-Pacífico, vive asociado a los arrecifes de coral y los fondos rocosos. Si usted llega a ver uno de estos peces en nuestros arrecifes del Caribe sur o de cualquier otra zona del Atlántico debe reportarlo de inmediato, porque es una seria amenaza, tanto para los humanos, como para nuestros ecosistemas marinos.
Si es del Pacífico… ¿cómo llegó al Atlántico?
Según reportes de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), durante el paso del huracán Andrew, en 1992, un pequeño grupo de la especie “Pterois volitans” (pez león rojo), escapó de los acuarios caseros de la zona de Tampa hasta la Bahía de Biscayne y tomó la corriente del Golfo hasta Carolina del Norte y otras corrientes al este y al sur de Bahamas, Cuba y República Dominicana.
Desde entonces, su población ha aumentado en forma alarmante, extendiéndose cada vez más hacia el sur. Se conocen reportes del pez león en Florida, México, Puerto Rico, Cuba, Islas Caymán y muy recientemente en Colombia, en las Islas de San Andrés (13ºN; 09-01-09), lo que disparó las alarmas de las organizaciones locales vinculadas a la conservación del medio ambiente marino, a fin de unir esfuerzos para alertar la población y tomar medidas.
Amenaza para los humanos
Aunque no se conocen oficialmente casos letales, la picadura del pez león es sumamente dolorosa y debe ser atendida con prontitud. Además del agudo dolor que causa el veneno, puede producir reacciones sistémicas como náuseas, vómitos, dolores de cabeza, mareos, dolores en las articulaciones, ansiedad y colapso cardiovascular.
El veneno del pez león se encuentra en pequeñas glándulas venenosas situadas en la base de las largas espinas de las aletas. Este veneno, compuesto por proteínas citotóxicas y neurotóxicas, ocasiona un dolor intenso que se irradia a todo el miembro y alcanza su punto máximo a la hora. Posteriormente se forma un edema local y leve, con necrosis de la herida, que se infecta con facilidad. El dolor puede durar horas e incluso días.
Las 13 espinas de la aleta dorsal, una de la aleta pélvica y tres de la aleta anal son venenosas. Las aletas pectorales y caudales no son tóxicas, ya que éstas no tienen espinas. Cuando es molestado por un submarinista, el pez león no se esfuerza mucho por escapar. Apunta con sus aletas dorsales al incauto que trata de atraparlo. Aunque las picaduras sólo ocurren con peces vivos, se han reportado casos de picaduras con peces muertos recién capturados, por lo que es mejor evitar tocarlas.
Qué hacer en caso de picadura
Lo primero que hay que identificar es la causa de la herida. Es posible que la víctima no haya visto siquiera al causante, pero puede deducir que fue un pez león si el fondo en el que se encontraba cuando se produjo la picadura es rocoso o coralino y si presenta dos o varias heridas punzantes, acompañadas de dolor muy agudo.
Es importante revisar y limpiar la herida a conciencia con suero salino o agua fría, para impedir que queden restos de la espina y de las glándulas venenosas. De inmediato se debe sumergir la zona afectada en agua tan caliente como se pueda soportar (unos 45ºC), durante 30 minutos o más. El veneno del pez león es una proteína que se desnaturaliza con el calor. Por eso lo más eficaz es sumergir la herida inmediatamente en agua caliente. Esto es tremendamente efectivo para reducir la cantidad de veneno que entra al organismo y aliviar sustancialmente el dolor.
Si la picadura ocurre en el tronco o en la cara se pueden utilizar compresas o irrigaciones con agua caliente. Si el dolor es muy intenso, son útiles los analgésicos no morfínicos (recomendado) o anestésicos locales como novocaína, xilocaína o bupivacaína (a veces, vía infiltración local).
Amenaza para el ecosistema
Los ecosistemas mantienen su equilibrio gracias a millones de años de evolución, donde cada especie ha desarrollado adaptaciones para huir o defenderse de sus enemigos naturales o para cazar a sus presas de forma más eficiente. Como resultado de este perfeccionamiento continuo, cada población se mantiene en un tamaño limitado, debido a la presencia de depredadores, de otros competidores, de parásitos y organismos patógenos. De no existir estos mecanismos de control, una población crecería exponencialmente hasta acabar completamente con su fuente de recursos (otras plantas o animales, luz, agua, nutrientes, espacio, etc.).
La mayoría de especies que se introducen en un nuevo hábitat desde otra región no se adaptan y desaparecen. Sin embargo, en algunos casos se reproducen y subsisten con el alimento local, e incluso se convierten en una verdadera plaga, causando cambios significativos en la composición, estructura y procesos ecológicos de los ecosistemas naturales invadidos.
Un caso clásico, y dramático a la vez, fue el que se dio en Australia, con la introducción de unas pocas parejas de conejos realizada por los colonos ingleses en 1858. En 100 años, al no existir enemigos naturales como zorros, gatos u otros depredadores, los conejos se convirtieron en una plaga de casi mil millones de ejemplares, que transformaron en un desierto a gran parte de Australia y muy probablemente causaron la desaparición de otros herbívoros nativos de la isla. La introducción de gatos para cazarlos no hizo sino empeorar la situación, creando una nueva plaga: esta vez, los gatos.
Existen numerosos ejemplos sobre el impacto que generó la introducción de especies de animales no nativos a un ecosistema. De manera particular, las islas han sido un claro ejemplo, en donde se han registrado gran número de extinciones de especies y subespecies de roedores autóctonos y aves, a causa de la depredación por perros, gatos o roedores, así como la modificación de las comunidades vegetales y la alteración del paisaje por herbívoros como cabras y conejos. Esta amenaza también se puede
presentar en forma de competencia (por espacio o recursos) o mediante la introducción de enfermedades y parásitos entre las poblaciones de animales nativos.
El pez león es una amenaza real para nuestros ecosistemas marinos. No posee enemigos naturales en el Atlántico, el mecanismo de defensa con sus púas venenosas parece ser muy efectivo y sus depredadores potenciales en el océano Atlántico y el mar Caribe jamás se han enfrentado a algo similar. Por otro lado, es sumamente voraz. No tiene preferencias por una especie en particular y según estudios realizados, se alimenta tanto de peces pequeños, como de juveniles de otros peces más grandes. También lo puede hacer de larvas de crustáceos, como la langosta espinosa (Panulirus argus). Su técnica de caza es asombrosamente eficaz, acorralando a sus presas en cavidades del arrecife, extendiendo sus aletas como una atarraya y engulléndolas enteras, una a una.
Estudios realizados recientemente por la “Oregon State University” aseveran que de un arrecife, este pez es capaz de disminuir en un 79% la población de juveniles de otros peces. Más aún, al acabar con otras especies que son herbívoras, las macroalgas crecen desproporcionadamente, cubriendo y matando a los corales, que a su vez albergan numerosos crustáceos, moluscos y peces.
¿Qué podemos hacer?
La población del pez león es cada vez más grande y cada día aumenta la extensión de su territorio. Aún no sabemos cómo controlar su crecimiento. Una sola hembra puede liberar miles de huevos cada semana a lo largo del año y durante su período juvenil se encuentra en aguas profundas.
Los biólogos marinos en todo el Atlántico se encuentran estudiando sus características y costumbres, a fin de medir el posible impacto sobre el ecosistema. Todavía no hay respuesta ni soluciones. En este momento aunamos esfuerzos para alertar a la población y difundir esta información, especialmente a pescadores artesanales y deportivos, buzos y turistas, a fin de que nos ayuden a prevenir los envenenamientos, y a monitorear su distribución, en caso que llegara a invadirnos.
Si usted ve un pez león, trate de tomarle una foto y registre el lugar y fecha de su avistamiento. Si decide capturarlo, evite tocar las aletas y use una bolsa o una malla con asa, ya que es fácil de atrapar por este medio. Una vez capturado, consérvelo refrigerado y comuníquese con alguna de las siguientes instituciones e investigadores:
Fundación Científica Los Roques: Bellatrix Molina (fclr.director@gmail.com)
Museo Marino: Bladimir Rodríguez (museomar@cantv.net)
Universidad Simón Bolívar: Juan M. Posada (jposada@usb.ve)
Fundación La Salle de Ciencias Naturales: Oscar Lasso (oscar.lasso@fundacionlasalle.org.ve)
Fundación Caribe Sur: Juan Carlos Fernández (caribesur@gmail.com)