Inaugurado a inicios de 2020, un poco antes de la pandemia, el centro comercial Retroville era un templo del consumo, con sus 250 tiendas, marcas occidentales, cines y 3.000 lugares de estacionamiento.
El humo se agita después de un ataque ruso en el centro comercial Retroville, en el distrito residencial abd de Kiev, el 21 de marzo de 2022. Foto: AFP
Ya no queda casi nada del nuevo centro comercial “Retroville”, situado en el noroeste de Kiev y bombardeado por las fuerzas rusas el domingo por la noche, un ataque que dejó al menos ocho muertos, según un informe oficial provisional.
Bajo un toldo del que cuelgan grandes carteles publicitarios, seis cadáveres yacen en el suelo con los pies desnudos sobresaliendo del plástico negro con el que se les ha recubierto.
Los cuerpos son todos de hombres con equipamiento militar, y dos están semidesnudos, sugiriendo que los soldados probablemente estaban durmiendo allí cuando ocurrió el incidente.
A las 22H45 locales, un bombardeo sacudió este suburbio de la capital ucraniana y destruyó tanto el edificio como los alrededores más cercanos.
“Estaba tranquilamente en mi casa, mi departamento fue sacudido por la explosión, pensé que el edificio se iba a caer”, recuerda Vladimir, de 76 años.
Los rusos “probablemente apuntaban a una central (eléctrica) térmica a unos cientos de metros”, dijo, señalando una gran chimenea blanca en el horizonte.
Un militar ucraniano camina con su arma frente a los escombros del centro comercial Retroville. Foto: AFP
Piscina y cines
Inaugurado a inicios de 2020, un poco antes de la pandemia de COVID-19, “Retroville” era un templo del consumo, con sus 250 tiendas, marcas occidentales, cines y 3.000 lugares de aparcamiento.
Toda la parte sur del inmenso complejo comercial, que era el orgullo de los habitantes del barrio, quedó devastado.
En este suburbio de Vinogradar, donde antaño florecían viñedos y huertos, surgieron en los últimos años torres ultramodernas de color grisáceo, algunas de las cuales aún no están habitadas o siquiera terminadas.
En los alrededores del centro comercial, casi ninguna ventana se salvó de la explosión, por lo que los cristales rotos cubren las explanadas de los edificios de 20 plantas.
El aparcamiento sur del “Retroville” parece ahora un campo de batalla: vehículos pulverizados, chatarra retorcida y escombros que dificultan el paso.
Del club deportivo “Sportlife” y su piscina se tornaron, literalmente, en un montón de acero y charcos de agua sucia con trozos fundidos de poliéster aislante. El ambiente desprende un olor a quemado.
Entre los escombros, un grupo de bomberos y militares buscan a más víctimas al pie de un edificio de 10 plantas carbonizado y aún humeante del que solo queda la estructura de hormigón.
Son las oficinas del centro comercial, afortunadamente, no había nadie”, explica un vecino.
De acuerdo con el ejército ruso, el lugar se utilizaba como un almacén de armamento y de munición.
“Una batería de lanzacohetes múltiples ucranianos y una base de almacenamiento de sus municiones fueron destruidos con armas de precisión de largo alcance en la noche del 21 de marzo, en un centro comercial que no estaba operativo”, indicó el Ministerio ruso de Defensa.
Una foto tomada el 21 de marzo de 2022 muestra una vista de los daños en el centro comercial Retroville. Foto: AFP
“Rey David”
Según los lugareños, el bombardeo de esta noche fue el mayor en Kiev desde el inicio de la ofensiva rusa el 24 de febrero.
Dima Stepanienko, de 30 años, relata que cayó “a los pies de la cama” con la explosión. “Me temo que sí”, dice, bajando la mirada, al responder a la pregunta de si la guerra habrá llegado a Kiev.
En el interior del centro comercial, una alarma sigue sonando en un escenario de fugas de agua por la ruptura de las canalizaciones y un techo casi totalmente derrumbado.
Entre las ruinas, un sacerdote ortodoxo vestido de color caqui recita oraciones, invoca al “Rey David” y, de paso, insulta a los “terroristas rusos”.
“Hay trozos de cuerpos ahí”, le dice un militar de manera discreta, con el rostro disimulado por una bufanda negra.
“Estaba ahí cuando cayó [el misil]”, dice Constantin, de 22 años. “Voló todo, un misil o un cohete enorme, no sabemos qué fue, simplemente golpeó el gimnasio”, añade cansado, negándose a dar más detalles sobre el número o la identidad de las víctimas.
Los restos de un enorme bloque de motor, incrustados en el suelo, y los característicos restos de acero verde traen inevitablemente a la mente los vehículos blindados.
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El humo se agita después de un ataque ruso en el centro comercial Retroville, en el distrito residencial abd de Kiev, el 21 de marzo de 2022. Foto: AFP
Ya no queda casi nada del nuevo centro comercial “Retroville”, situado en el noroeste de Kiev y bombardeado por las fuerzas rusas el domingo por la noche, un ataque que dejó al menos ocho muertos, según un informe oficial provisional.
Bajo un toldo del que cuelgan grandes carteles publicitarios, seis cadáveres yacen en el suelo con los pies desnudos sobresaliendo del plástico negro con el que se les ha recubierto.
Los cuerpos son todos de hombres con equipamiento militar, y dos están semidesnudos, sugiriendo que los soldados probablemente estaban durmiendo allí cuando ocurrió el incidente.
A las 22H45 locales, un bombardeo sacudió este suburbio de la capital ucraniana y destruyó tanto el edificio como los alrededores más cercanos.
“Estaba tranquilamente en mi casa, mi departamento fue sacudido por la explosión, pensé que el edificio se iba a caer”, recuerda Vladimir, de 76 años.
Los rusos “probablemente apuntaban a una central (eléctrica) térmica a unos cientos de metros”, dijo, señalando una gran chimenea blanca en el horizonte.
Un militar ucraniano camina con su arma frente a los escombros del centro comercial Retroville. Foto: AFP
Piscina y cines
Inaugurado a inicios de 2020, un poco antes de la pandemia de COVID-19, “Retroville” era un templo del consumo, con sus 250 tiendas, marcas occidentales, cines y 3.000 lugares de aparcamiento.
Toda la parte sur del inmenso complejo comercial, que era el orgullo de los habitantes del barrio, quedó devastado.
En este suburbio de Vinogradar, donde antaño florecían viñedos y huertos, surgieron en los últimos años torres ultramodernas de color grisáceo, algunas de las cuales aún no están habitadas o siquiera terminadas.
En los alrededores del centro comercial, casi ninguna ventana se salvó de la explosión, por lo que los cristales rotos cubren las explanadas de los edificios de 20 plantas.
El aparcamiento sur del “Retroville” parece ahora un campo de batalla: vehículos pulverizados, chatarra retorcida y escombros que dificultan el paso.
Del club deportivo “Sportlife” y su piscina se tornaron, literalmente, en un montón de acero y charcos de agua sucia con trozos fundidos de poliéster aislante. El ambiente desprende un olor a quemado.
Entre los escombros, un grupo de bomberos y militares buscan a más víctimas al pie de un edificio de 10 plantas carbonizado y aún humeante del que solo queda la estructura de hormigón.
Son las oficinas del centro comercial, afortunadamente, no había nadie”, explica un vecino.
De acuerdo con el ejército ruso, el lugar se utilizaba como un almacén de armamento y de munición.
“Una batería de lanzacohetes múltiples ucranianos y una base de almacenamiento de sus municiones fueron destruidos con armas de precisión de largo alcance en la noche del 21 de marzo, en un centro comercial que no estaba operativo”, indicó el Ministerio ruso de Defensa.
Una foto tomada el 21 de marzo de 2022 muestra una vista de los daños en el centro comercial Retroville. Foto: AFP
“Rey David”
Según los lugareños, el bombardeo de esta noche fue el mayor en Kiev desde el inicio de la ofensiva rusa el 24 de febrero.
Dima Stepanienko, de 30 años, relata que cayó “a los pies de la cama” con la explosión. “Me temo que sí”, dice, bajando la mirada, al responder a la pregunta de si la guerra habrá llegado a Kiev.
En el interior del centro comercial, una alarma sigue sonando en un escenario de fugas de agua por la ruptura de las canalizaciones y un techo casi totalmente derrumbado.
Entre las ruinas, un sacerdote ortodoxo vestido de color caqui recita oraciones, invoca al “Rey David” y, de paso, insulta a los “terroristas rusos”.
“Hay trozos de cuerpos ahí”, le dice un militar de manera discreta, con el rostro disimulado por una bufanda negra.
“Estaba ahí cuando cayó [el misil]”, dice Constantin, de 22 años. “Voló todo, un misil o un cohete enorme, no sabemos qué fue, simplemente golpeó el gimnasio”, añade cansado, negándose a dar más detalles sobre el número o la identidad de las víctimas.
Los restos de un enorme bloque de motor, incrustados en el suelo, y los característicos restos de acero verde traen inevitablemente a la mente los vehículos blindados.
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