Los primeros juegos de fútbol documentados que se efectuaron en el continente africano se llevaron a cabo en las ciudades de la futura Copa Mundial de Ciudad del Cabo y Port Elizabeth, en 1862. Esto fue un año antes de que la reglas de asociaciones de fútbol fueran codificadas en Inglaterra, en un intento por facilitar la competición al aportar uniformidad al naciente deporte.
“Se puede decir que la historia de este juego en África es tan antigua como el juego en sí”, dijo Peter Alegi, un profesor de historia africana en Michigan State University y autor de “African Soccerscapes: How a Continent Changed the World's Game”.
Existe incluso la posibilidad de que la historia del juego sea mucho más antigua que el juego en sí. Pinturas del Egipto antiguo muestran a personas lanzando y atrapando bolas. ¿Quién podría estar seguro de que ellos no estarían ya usando los pies también?
Sin embargo, no hay duda de que los europeos -tanto los visitantes como los colonizadores- brindaron la chispa inicial para el desarrollo temprano del juego moderno en África.
En aquellos juegos en 1862, que se celebraron en lo que entonces se conocía como Colonia del Cabo, participaron hombres militares y otros servidores civiles blancos del gobierno colonial británico. Así ocurrió en otras ciudades costeras africanas en años siguientes.
Pero el monopolio blanco en este juego de competición no llegaría más allá del siglo. En 1896, Mahatma Gandhi, en aquel entonces un joven abogado en Sudáfrica, estaba entre un grupo de hombres indios que ayudaron a fundar la Asociación de Fútbol Indio Transvaal. Alegi lo considera “con mayor probabilidad el primer grupo futbolístico organizado en el continente que no fue dirigido por blancos”.
Gandhi no sería el último futuro líder en utilizar el fútbol como un campo de entrenamiento. Y las comunidades negras y otros pueblos indígenas en África asumirían gradualmente el control de la bola y del fenómeno, que abarcaba el juego importado, e incluso algunas veces -como en Argelia y Sudáfrica- utilizándolo como un instrumento contra sus opresores. Con el correr del tiempo, el fútbol llegaría a crecer y convertirse en una obsesión panafricana, quizás lo más cerca a una moneda común que este continente vasto y diverso posee.
“Si algo se puede salvar de este encuentro duro y desigual entre las culturas occidental y africana, entonces la lista debe incluir la llegada del fútbol”, escribió David Goldblatt en “The Ball Is Round”, su historia global del fútbol. “Los servicios médicos occidentales, aunque desdeñosos de las tradiciones curativas locales, son una demanda universal en África. El legado del Cristianismo es más complejo, su relación con la práctica indígena es más compleja, pero se ha convertido en la fe de sólo la mitad del continente”, dijo.
“La contribución del fútbol es más inequívoca. Es, sin ningún competidor, el juego de África”, agregó Goldblatt.
Esto, a menudo, no ha sido una bendición, teniendo en cuenta a los déspotas, como Mobutu Sese Seko, de Zaire, o el general Sani Abacha, de Nigeria, quienes trataron de utilizar el fútbol como una herramienta política, o la herramienta en demasiados desastres, como el del año pasado, que dejó 19 víctimas que murieron aplastadas y decenas más heridas en un estadio en Abidjan, en la Costa de Marfil.
Aun cuando el fútbol sea el “juego de África”, esto no significa que los africanos estén inequívocamente enfocados en el fútbol africano. En una era de antenas parabólicas y globalización, cada vez resulta más probable que ellos estén observando al Manchester United o al F.C. Barcelona por televisión o en centros temporales para ver internet, en vez de estar alentando a sus clubes en algún juego de la liga local.
Pero si el cálculo del escritor Ian Hawkey de que cerca de 2,000 jugadores africanos están ahora jugando o entrenando profesionalmente para clubes europeos es cierto, existe una mayor probabilidad de que haya algunos africanos en la mezcla durante aquellas transmisiones de Liga de Campeones o de la Premier League. Entre ellos están Didier Drogba, de Costa de Marfil, quien juega para el Chelsea, y Samuel Eto'o, de Camerún, quien juega para el Inter de Milán.
El éxodo -apodado en algunos círculos “la fuga de fuerza muscular”- representa un cambio importante, considerando que en 1990 había menos de 100 africanos en el nivel profesional elite en Europa. Pero esto fue el mismo año que los Indomables Leones de Camerún y su goleador de 38 años de edad, Roger Milla, agarraron la Copa Mundial por el rabo y prolongaron su permanencia en la contienda derrotando a Argentina, el campeón defensor, en su juego inaugural y luego convirtiéndose en el primer equipo africano en alcanzar los cuartos de final.
África había llegado a ser en serio una potencia futbolística, pero este deporte ya estaba desempeñando un poderoso papel en Camerún. Una nación de casi 200 grupos étnicos, Camerún está repleto de divisiones lingüísticas y religiosas, pero ha encontrado una pasión compartida en el equipo de fútbol nacional. Esto ha sido un beneficio para su presidente, Paul Biya, quien se ha mantenido en el poder desde 1982 y quien presionó para que se incluyera a Milla en el equipo de la Copa Mundial 1990.
En Nigeria, el vecino norteño de Camerún, el equipo nacional, el Super Eagles, ejerce también un rol federativo (cuando no está frustrando a sus seguidores al rendir por debajo de lo esperado).
“África es un continente enorme, y el fútbol es una de las pocas áreas de cultura popular que realmente une al pueblo, pero es una cosa de muy corta duración”, dijo Alegi. “Uno habla con un nigeriano, y resulta difícil ver lo que todos ellos tienen en común, pero durante los 90 minutos en que los Super Eagles están jugando, existe una sola Nigeria”.
No existía una Argelia soberana durante el régimen colonial francés en la década de 1950. Pero los líderes del Frente de Liberación Nacional, o FLN, el principal grupo independentista, decidió que el fútbol podría servir a su causa, y en 1958, en medio de la guerra argelina, nueve jugadores argelinos profesionales con sede en Francia abandonaron sus clubes y medios de subsistencia y viajaron secretamente a Tunisia para ser parte del equipo de fútbol del FLN.
Entre los desertores estaban Rachid Mekloufi y Abdelaziz Ben Tifour, quienes habían representado a Francia internacionalmente. Durante los últimos cuatro años de guerra con Francia, el equipo FLN fue un recordatorio andante -a veces ante multitudes de 50,000 personas o más- de que Argelia tenía un verdadero movimiento de independencia, y ni se diga de un excelente equipo de fútbol.
Sin embargo, el levantamiento de una nación a través del fútbol no es una cosa segura. Pensemos en Kwame Nkrumah, el primer líder de la independiente Ghana, quien apodó a su equipo nacional como “The Black Stars”, en memoria del buque utilizado por el líder negro Marcus Gavey en la década de 1920 para transportar negros estadounidenses y otros a África. Los Black Stars se convirtieron en el mejor equipo de África, pero esto no impidió que Nkrumah fuera depuesto en 1966.
Consideremos a Mobutu, un dictador que creó un equipo de Zaire en un intento por obtener gloria refleja, sólo para perder rápidamente interés después de que Zaire fuese humillado en la Copa Mundial de 1974 al perder 9-0 frente a Yugoslavia.
Tales experiencias podrían ayudar a explicar porqué muchos jugadores y administradores africanos han confiado por décadas en curanderos y otros místicos. Según se dice, el equipo senegalés gastó cerca de $167,000 en servicios de esta naturaleza en 2002, cuando derrotó inesperadamente a Francia, el campeón defensor, en el juego inaugural de la Copa Mundial y llegó a cuartos de final. Goldblatt escribe que “una excavación de canchas de fútbol de África revelaría la existencia de esqueletos de animales salvajes”, y hubo informes de que en 1969, personas que cuidaban estadios desenterraron un cráneo humano enterrado debajo del centro del campo del estadio nacional en Kinshasa, Zaire.
Los africanos, como bloque, han utilizado el fútbol como una herramienta política. Su presión colectiva contribuyó a convencer a la FIFA, la corporación que gobierna el fútbol mundial, a suspender a Sudáfrica en 1961 debido a sus políticas de apartheid. La medida se produjo mucho antes de la prohibición olímpica a Sudáfrica y fue una señal de que -a pesar de su división entre norte y sur- podía mantenerse firme para lograr el cambio.
Habría más solidaridad cuando las naciones africanas decidieron boicotear la Copa Mundial de 1966 para protestar la falta de un puesto de cualificación automática para su continentes (algunos equipos asiáticos se unieron también a la protesta). Para 1970, los africanos tenían su puesto, y ahora, 40 años más tarde, ellos tienen cinco puestos automáticos y esta vez tendrán seis representantes con Sudáfrica como nación anfitriona.
A pesar de que podría decirse que las finales de la Copa Mundial son el evento deportivo más popular del mundo, Sudáfrica ya ha ganado un importante torneo de fútbol en casa. Esto fue en 1996, menos de dos años después de las primeras elecciones libres de la nación, cuando ésta fue anfitriona de la Copa Africana de Naciones.
Iniciada en 1957, esa competencia bienal ha llegado a ser la competencia deportiva regular más significativa del continente. Egipto ha ganado el título más que ninguna otra nación, con siete triunfos, incluyendo las últimas tres ediciones. Pero la competición de este año, en Angola, se echó a perder cuando angoleños separatistas atacaron la delegación de Togo, matando a tres miembros del grupo e hiriendo a ocho.
Fue el más reciente golpe importante al fútbol africano, parte de una continuación que incluye el accidente aéreo en 1993 a las afueras de Gabom, que mató a casi todo el equipo nacional de Zambia.
Pero ha habido mucho progreso también. Un hito se logró en 1995 cuando el delantero liberiano George Weah, quien jugó para el A.C. Milán, se convirtió en el primer africano en ganar el premio de la FIFA al mejor jugador mundial del año. Más tarde organizó una campaña seria, aunque poco afortunada, para llegar a ser presidente de Liberia.
Como jugador, Weah contribuyó a despejar el camino para hombres como Drogba, Eto'o y Michael Essien, de Ghana, el compañero de equipo de Drogba en el Chelsea.
“El fútbol africano es el futuro de este deporte; hay un jugador africano en los primeros 10 en el mundo en cada posición”, dijo Eto'o recientemente en una entrevista con el diario deportivo francés, L'Équipe.
Pero, sea lo que sea lo que ocurra en Sudáfrica durante el próximo mes, o en otras partes en los próximos años, el fútbol africano ya es una parte vital del pasado de este deporte..
“Se puede decir que la historia de este juego en África es tan antigua como el juego en sí”, dijo Peter Alegi, un profesor de historia africana en Michigan State University y autor de “African Soccerscapes: How a Continent Changed the World's Game”.
Existe incluso la posibilidad de que la historia del juego sea mucho más antigua que el juego en sí. Pinturas del Egipto antiguo muestran a personas lanzando y atrapando bolas. ¿Quién podría estar seguro de que ellos no estarían ya usando los pies también?
Sin embargo, no hay duda de que los europeos -tanto los visitantes como los colonizadores- brindaron la chispa inicial para el desarrollo temprano del juego moderno en África.
En aquellos juegos en 1862, que se celebraron en lo que entonces se conocía como Colonia del Cabo, participaron hombres militares y otros servidores civiles blancos del gobierno colonial británico. Así ocurrió en otras ciudades costeras africanas en años siguientes.
Pero el monopolio blanco en este juego de competición no llegaría más allá del siglo. En 1896, Mahatma Gandhi, en aquel entonces un joven abogado en Sudáfrica, estaba entre un grupo de hombres indios que ayudaron a fundar la Asociación de Fútbol Indio Transvaal. Alegi lo considera “con mayor probabilidad el primer grupo futbolístico organizado en el continente que no fue dirigido por blancos”.
Gandhi no sería el último futuro líder en utilizar el fútbol como un campo de entrenamiento. Y las comunidades negras y otros pueblos indígenas en África asumirían gradualmente el control de la bola y del fenómeno, que abarcaba el juego importado, e incluso algunas veces -como en Argelia y Sudáfrica- utilizándolo como un instrumento contra sus opresores. Con el correr del tiempo, el fútbol llegaría a crecer y convertirse en una obsesión panafricana, quizás lo más cerca a una moneda común que este continente vasto y diverso posee.
“Si algo se puede salvar de este encuentro duro y desigual entre las culturas occidental y africana, entonces la lista debe incluir la llegada del fútbol”, escribió David Goldblatt en “The Ball Is Round”, su historia global del fútbol. “Los servicios médicos occidentales, aunque desdeñosos de las tradiciones curativas locales, son una demanda universal en África. El legado del Cristianismo es más complejo, su relación con la práctica indígena es más compleja, pero se ha convertido en la fe de sólo la mitad del continente”, dijo.
“La contribución del fútbol es más inequívoca. Es, sin ningún competidor, el juego de África”, agregó Goldblatt.
Esto, a menudo, no ha sido una bendición, teniendo en cuenta a los déspotas, como Mobutu Sese Seko, de Zaire, o el general Sani Abacha, de Nigeria, quienes trataron de utilizar el fútbol como una herramienta política, o la herramienta en demasiados desastres, como el del año pasado, que dejó 19 víctimas que murieron aplastadas y decenas más heridas en un estadio en Abidjan, en la Costa de Marfil.
Aun cuando el fútbol sea el “juego de África”, esto no significa que los africanos estén inequívocamente enfocados en el fútbol africano. En una era de antenas parabólicas y globalización, cada vez resulta más probable que ellos estén observando al Manchester United o al F.C. Barcelona por televisión o en centros temporales para ver internet, en vez de estar alentando a sus clubes en algún juego de la liga local.
Pero si el cálculo del escritor Ian Hawkey de que cerca de 2,000 jugadores africanos están ahora jugando o entrenando profesionalmente para clubes europeos es cierto, existe una mayor probabilidad de que haya algunos africanos en la mezcla durante aquellas transmisiones de Liga de Campeones o de la Premier League. Entre ellos están Didier Drogba, de Costa de Marfil, quien juega para el Chelsea, y Samuel Eto'o, de Camerún, quien juega para el Inter de Milán.
El éxodo -apodado en algunos círculos “la fuga de fuerza muscular”- representa un cambio importante, considerando que en 1990 había menos de 100 africanos en el nivel profesional elite en Europa. Pero esto fue el mismo año que los Indomables Leones de Camerún y su goleador de 38 años de edad, Roger Milla, agarraron la Copa Mundial por el rabo y prolongaron su permanencia en la contienda derrotando a Argentina, el campeón defensor, en su juego inaugural y luego convirtiéndose en el primer equipo africano en alcanzar los cuartos de final.
África había llegado a ser en serio una potencia futbolística, pero este deporte ya estaba desempeñando un poderoso papel en Camerún. Una nación de casi 200 grupos étnicos, Camerún está repleto de divisiones lingüísticas y religiosas, pero ha encontrado una pasión compartida en el equipo de fútbol nacional. Esto ha sido un beneficio para su presidente, Paul Biya, quien se ha mantenido en el poder desde 1982 y quien presionó para que se incluyera a Milla en el equipo de la Copa Mundial 1990.
En Nigeria, el vecino norteño de Camerún, el equipo nacional, el Super Eagles, ejerce también un rol federativo (cuando no está frustrando a sus seguidores al rendir por debajo de lo esperado).
“África es un continente enorme, y el fútbol es una de las pocas áreas de cultura popular que realmente une al pueblo, pero es una cosa de muy corta duración”, dijo Alegi. “Uno habla con un nigeriano, y resulta difícil ver lo que todos ellos tienen en común, pero durante los 90 minutos en que los Super Eagles están jugando, existe una sola Nigeria”.
No existía una Argelia soberana durante el régimen colonial francés en la década de 1950. Pero los líderes del Frente de Liberación Nacional, o FLN, el principal grupo independentista, decidió que el fútbol podría servir a su causa, y en 1958, en medio de la guerra argelina, nueve jugadores argelinos profesionales con sede en Francia abandonaron sus clubes y medios de subsistencia y viajaron secretamente a Tunisia para ser parte del equipo de fútbol del FLN.
Entre los desertores estaban Rachid Mekloufi y Abdelaziz Ben Tifour, quienes habían representado a Francia internacionalmente. Durante los últimos cuatro años de guerra con Francia, el equipo FLN fue un recordatorio andante -a veces ante multitudes de 50,000 personas o más- de que Argelia tenía un verdadero movimiento de independencia, y ni se diga de un excelente equipo de fútbol.
Sin embargo, el levantamiento de una nación a través del fútbol no es una cosa segura. Pensemos en Kwame Nkrumah, el primer líder de la independiente Ghana, quien apodó a su equipo nacional como “The Black Stars”, en memoria del buque utilizado por el líder negro Marcus Gavey en la década de 1920 para transportar negros estadounidenses y otros a África. Los Black Stars se convirtieron en el mejor equipo de África, pero esto no impidió que Nkrumah fuera depuesto en 1966.
Consideremos a Mobutu, un dictador que creó un equipo de Zaire en un intento por obtener gloria refleja, sólo para perder rápidamente interés después de que Zaire fuese humillado en la Copa Mundial de 1974 al perder 9-0 frente a Yugoslavia.
Tales experiencias podrían ayudar a explicar porqué muchos jugadores y administradores africanos han confiado por décadas en curanderos y otros místicos. Según se dice, el equipo senegalés gastó cerca de $167,000 en servicios de esta naturaleza en 2002, cuando derrotó inesperadamente a Francia, el campeón defensor, en el juego inaugural de la Copa Mundial y llegó a cuartos de final. Goldblatt escribe que “una excavación de canchas de fútbol de África revelaría la existencia de esqueletos de animales salvajes”, y hubo informes de que en 1969, personas que cuidaban estadios desenterraron un cráneo humano enterrado debajo del centro del campo del estadio nacional en Kinshasa, Zaire.
Los africanos, como bloque, han utilizado el fútbol como una herramienta política. Su presión colectiva contribuyó a convencer a la FIFA, la corporación que gobierna el fútbol mundial, a suspender a Sudáfrica en 1961 debido a sus políticas de apartheid. La medida se produjo mucho antes de la prohibición olímpica a Sudáfrica y fue una señal de que -a pesar de su división entre norte y sur- podía mantenerse firme para lograr el cambio.
Habría más solidaridad cuando las naciones africanas decidieron boicotear la Copa Mundial de 1966 para protestar la falta de un puesto de cualificación automática para su continentes (algunos equipos asiáticos se unieron también a la protesta). Para 1970, los africanos tenían su puesto, y ahora, 40 años más tarde, ellos tienen cinco puestos automáticos y esta vez tendrán seis representantes con Sudáfrica como nación anfitriona.
A pesar de que podría decirse que las finales de la Copa Mundial son el evento deportivo más popular del mundo, Sudáfrica ya ha ganado un importante torneo de fútbol en casa. Esto fue en 1996, menos de dos años después de las primeras elecciones libres de la nación, cuando ésta fue anfitriona de la Copa Africana de Naciones.
Iniciada en 1957, esa competencia bienal ha llegado a ser la competencia deportiva regular más significativa del continente. Egipto ha ganado el título más que ninguna otra nación, con siete triunfos, incluyendo las últimas tres ediciones. Pero la competición de este año, en Angola, se echó a perder cuando angoleños separatistas atacaron la delegación de Togo, matando a tres miembros del grupo e hiriendo a ocho.
Fue el más reciente golpe importante al fútbol africano, parte de una continuación que incluye el accidente aéreo en 1993 a las afueras de Gabom, que mató a casi todo el equipo nacional de Zambia.
Pero ha habido mucho progreso también. Un hito se logró en 1995 cuando el delantero liberiano George Weah, quien jugó para el A.C. Milán, se convirtió en el primer africano en ganar el premio de la FIFA al mejor jugador mundial del año. Más tarde organizó una campaña seria, aunque poco afortunada, para llegar a ser presidente de Liberia.
Como jugador, Weah contribuyó a despejar el camino para hombres como Drogba, Eto'o y Michael Essien, de Ghana, el compañero de equipo de Drogba en el Chelsea.
“El fútbol africano es el futuro de este deporte; hay un jugador africano en los primeros 10 en el mundo en cada posición”, dijo Eto'o recientemente en una entrevista con el diario deportivo francés, L'Équipe.
Pero, sea lo que sea lo que ocurra en Sudáfrica durante el próximo mes, o en otras partes en los próximos años, el fútbol africano ya es una parte vital del pasado de este deporte..