El hecho que provocó el derrumbe fue denominado por la Comisión de la Verdad y Reconciliación como “genocidio cultural”
La muerte de Reina Isabel II hizo recordar los hitos que vivió y las acciones que emprendió durante sus siete décadas como monarca. Sensibles por su deceso, medios de comunicación occidentales omitieron del análisis episodios de protesta contra su figura como el acontecido en Canadá el 1 julio de 2021.
Ese día se iba a celebrar, como anualmente ocurre, el Día de Canadá. En su defecto, como dijo el primer ministro del país, Justin Trudeau, fue “un momento de reflexión”.
Por entonces los canadienses pensaron en retrospectiva su historia colonial a partir de un tétrico descubrimiento: casi 1.000 tumbas sin marcar de menores indígenas en los antiguos internados de la Columbia Británica y Saskatchewan.
Dirigidos principalmente por la Iglesia católica y respaldados por el gobierno local que entonces pertenecía al imperio británico, durante 165 años las escuelas canadienses separaron por la fuerza a los pequeños de etnias originarias de sus familias. Fueron abusados sexualmente y acabaron desnutridos, según investigaciones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Entre coreos que decían “no hay orgullo en el genocidio”, manifestantes residentes en Winnipeg decidieron derribar las estatuas de la Reina Victoria y de la Reina Isabel II. La caída del homenaje a las monarcas se aplaudió frente a la legislatura provincial de Manitoba. Luego la concurrencia bailó alrededor de ella y palmaron los restos de la efigie con palmas de pintura roja.
Versión institucional en pro de la memoria histórica
Justin Trudeau no omitió los hechos y habló en el Día de Canadá sobre los descubrimientos de los restos de los menores de las antiguas escuelas: “Nos han impulsado, con razón, a reflexionar sobre los fracasos históricos de nuestro país. Las injusticias siguen existiendo para los pueblos indígenas y muchos otros en Canadá”.
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La muerte de Reina Isabel II hizo recordar los hitos que vivió y las acciones que emprendió durante sus siete décadas como monarca. Sensibles por su deceso, medios de comunicación occidentales omitieron del análisis episodios de protesta contra su figura como el acontecido en Canadá el 1 julio de 2021.
Ese día se iba a celebrar, como anualmente ocurre, el Día de Canadá. En su defecto, como dijo el primer ministro del país, Justin Trudeau, fue “un momento de reflexión”.
Por entonces los canadienses pensaron en retrospectiva su historia colonial a partir de un tétrico descubrimiento: casi 1.000 tumbas sin marcar de menores indígenas en los antiguos internados de la Columbia Británica y Saskatchewan.
Dirigidos principalmente por la Iglesia católica y respaldados por el gobierno local que entonces pertenecía al imperio británico, durante 165 años las escuelas canadienses separaron por la fuerza a los pequeños de etnias originarias de sus familias. Fueron abusados sexualmente y acabaron desnutridos, según investigaciones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Entre coreos que decían “no hay orgullo en el genocidio”, manifestantes residentes en Winnipeg decidieron derribar las estatuas de la Reina Victoria y de la Reina Isabel II. La caída del homenaje a las monarcas se aplaudió frente a la legislatura provincial de Manitoba. Luego la concurrencia bailó alrededor de ella y palmaron los restos de la efigie con palmas de pintura roja.
Versión institucional en pro de la memoria histórica
Justin Trudeau no omitió los hechos y habló en el Día de Canadá sobre los descubrimientos de los restos de los menores de las antiguas escuelas: “Nos han impulsado, con razón, a reflexionar sobre los fracasos históricos de nuestro país. Las injusticias siguen existiendo para los pueblos indígenas y muchos otros en Canadá”.
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