Las Burrneshasor o ‘‘vírgenes prometidas’' son una tradición patriarcal de la península balcánica, donde las familias sin hijos varones trasformaban a sus hijas menores en hombres para preservar el apellido.
Stana Cerovic, la última ‘‘virgen prometida’' que quedaba en Montenegro (país de la Península balcánica), murió en 2016, a los 85 años, tras permanecer soltera toda su vida para preservar el apellido de su padre, ante la falta de descendientes varones, debido a una antigua tradición que está por extinguirse.
Stana era la hija menor en una familia conformada por cinco mujeres y dos varones, quienes murieron jóvenes. Por ello, la joven le prometió a su padre, Milivoj Cerovic, que nunca se casaría para salvar el apellido. Fue así como se convirtió en la jefa del hogar.
Las Burrneshasor o vírgenes prometidas son un fenómeno típico de la sociedad rural de países como Montenegro, Albania del Norte y Kosovo, donde las familias sin hijos varones trasformaban a sus hijas menores en hombres.
La menor de las descendientes era obligada a cortarse el pelo, vestir ropa masculina y jurar que no se casaría nunca, así como que no tendría relaciones sexuales. Tras este juramento, la sociedad la trataba igual que cualquier hombre.
En Albania, las vírgenes prometidas forman parte de una población femenina que para librarse de las restricciones opresivas a su género eligen vivir como hombres.
Régimen patriarcal
Desde pequeña, Stana Cerovic tuvo que vestir ropa masculina y obtuvo privilegios reservados para los hombres, como fumar, compartir con ellos el café en el bar, usar armas y votar. Sin embargo, para poder ‘gozar’ de todo eso, tenía que mantenerse soltera y no tener relaciones sexuales en lo que le restaba de vida.
Ella decidió adoptar ese estilo de vida por, según dijo en múltiples ocasiones, no manchar el apellido de su familia.
La comunidad patriarcal de Savnik en Montenegro, donde nació la joven, ya se había acostumbrado a aceptarla (o aceptarlo) con su nueva identidad masculina
Cuando todos sus familiares fallecieron, Stana pasó a ser la jefa del hogar y vivió el resto de su vida como granjera –o granjero, a los ojos de la tradición-.
En pleno siglo XV, un grupo de tribus ubicadas entre el sur de Kosovo y el norte de albanés impusieron unas reglas arcaicas llamada Kanum. Ese código legal fue el que rigió la vida de Stana, la última virgen prometida de Montenegro.
A sus 80 años, la mujer fue trasladada a un geriátrico para atender sus problemas de salud. Lamentablemente, cinco años después, murió, lejos de su casa de madera y piedra en la montaña.
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Stana Cerovic, la última ‘‘virgen prometida’' que quedaba en Montenegro (país de la Península balcánica), murió en 2016, a los 85 años, tras permanecer soltera toda su vida para preservar el apellido de su padre, ante la falta de descendientes varones, debido a una antigua tradición que está por extinguirse.
Stana era la hija menor en una familia conformada por cinco mujeres y dos varones, quienes murieron jóvenes. Por ello, la joven le prometió a su padre, Milivoj Cerovic, que nunca se casaría para salvar el apellido. Fue así como se convirtió en la jefa del hogar.
Las Burrneshasor o vírgenes prometidas son un fenómeno típico de la sociedad rural de países como Montenegro, Albania del Norte y Kosovo, donde las familias sin hijos varones trasformaban a sus hijas menores en hombres.
La menor de las descendientes era obligada a cortarse el pelo, vestir ropa masculina y jurar que no se casaría nunca, así como que no tendría relaciones sexuales. Tras este juramento, la sociedad la trataba igual que cualquier hombre.
En Albania, las vírgenes prometidas forman parte de una población femenina que para librarse de las restricciones opresivas a su género eligen vivir como hombres.
Régimen patriarcal
Desde pequeña, Stana Cerovic tuvo que vestir ropa masculina y obtuvo privilegios reservados para los hombres, como fumar, compartir con ellos el café en el bar, usar armas y votar. Sin embargo, para poder ‘gozar’ de todo eso, tenía que mantenerse soltera y no tener relaciones sexuales en lo que le restaba de vida.
Ella decidió adoptar ese estilo de vida por, según dijo en múltiples ocasiones, no manchar el apellido de su familia.
La comunidad patriarcal de Savnik en Montenegro, donde nació la joven, ya se había acostumbrado a aceptarla (o aceptarlo) con su nueva identidad masculina
Cuando todos sus familiares fallecieron, Stana pasó a ser la jefa del hogar y vivió el resto de su vida como granjera –o granjero, a los ojos de la tradición-.
En pleno siglo XV, un grupo de tribus ubicadas entre el sur de Kosovo y el norte de albanés impusieron unas reglas arcaicas llamada Kanum. Ese código legal fue el que rigió la vida de Stana, la última virgen prometida de Montenegro.
A sus 80 años, la mujer fue trasladada a un geriátrico para atender sus problemas de salud. Lamentablemente, cinco años después, murió, lejos de su casa de madera y piedra en la montaña.
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