Lo que comemos puede influir en la calidad de nuestro sueño
Tal vez no has dormido bien últimamente -como mucha gente en el mundo- y has tratado de modificar algunos hábitos para cambiar eso: hacer ejercicio, meditar, dejar el café. Pero tal vez no has pensado que tus comidas podrían también tener un efecto en cómo duermes.
Y aunque puedes poner atención especial en lo que comes inmediatamente antes de dormir, en realidad, para que duermas mejor, debes revisar tus hábitos de alimentación en general.
Desayuna como rey, come como príncipe, cena como mendigo
Te ha pasado más de una vez por la noche: tienes sueño, pero también tienes hambre y no sabes si irte a la cama o prepararte un sandwich. Aunque si realmente estás muy cansado es casi seguro que el sueño ganará.
Pero si logras reunir fuerzas e ir a la cocina a comer algo, también es muy probable que entonces tardes en conciliar el sueño o que tu descanso no sea tan adecuado: porque tu cuerpo estará intentando hacer la digestión de lo que acabas de comer.
Lo más recomendable es que tu última comida completa del día sea unas dos horas antes de que vayas a dormir: así tu cuerpo podrá concentrarse en un sueño reparador, en lugar de estar desdoblando carbohidratos o metabolizando grasas.
También podrías evitar algunos alimentos que por su composición pueden causarte más problemas para conciliar el sueño, o estimulantes como el café o el té.
Un vasito de leche antes de dormir
Aunque podemos identificar algunas sustancias en los alimentos que pueden interferir con los ciclos de sueño y vigilia, es complicado decir cómo actúan de forma aislada.
Por ejemplo, hay alimentos que contienen triptófano, un aminoácido que en el cerebro contribuye a inducir estados de sueño.
El triptófano está presente en alimentos como el pavo o la leche, a los que por eso a veces se les atribuyen “propiedades somníferas”, pero la realidad es otra.
Hay estudios que muestran que, cuando el triptófano está acompañado de proteínas, como en el pavo o la leche, difícilmente será absorbido por el cuerpo para llegar al cerebro e inducir somnolencia.
Dormir o comer, esa es la cuestión
Analizando hábitos alimenticios de muchas personas, se ha concluido que para que el triptófano sí contribuya a nuestro sueño, debemos consumirlo combinado con carbohidratos.
Pero debemos poner mucha atención: los carbohidratos como harinas o azúcares añadidos también se han ligado a una mala calidad de sueño: si queremos un efecto benéfico debemos buscar los carbohidratos que están presentes en las frutas o verduras.
Aunque esas decisiones pueden llegar a ser complicadas sobre todo si no dormimos bien: se sabe que las personas que duermen menos tienden a tener peores elecciones de alimentación y prefieren comidas con muchas grasas o azúcares, como pizzas o pasteles.
Quizá porque, al estar cansados, buscamos una forma de sentirnos mejor y un camino fácil para lograrlo es darle al sistema de recompensa del cerebro lo que quiere, para que nos regrese un poco de dopamina.
Al final la cuestión sigue siendo complicada: para dormir bien hay que comer bien, pero también para comer bien hay que dormir bien. Quizá la solución es que la próxima vez que tengas ganas de comer una pizza, te duermas una siesta primero.
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Tal vez no has dormido bien últimamente -como mucha gente en el mundo- y has tratado de modificar algunos hábitos para cambiar eso: hacer ejercicio, meditar, dejar el café. Pero tal vez no has pensado que tus comidas podrían también tener un efecto en cómo duermes.
Y aunque puedes poner atención especial en lo que comes inmediatamente antes de dormir, en realidad, para que duermas mejor, debes revisar tus hábitos de alimentación en general.
Desayuna como rey, come como príncipe, cena como mendigo
Te ha pasado más de una vez por la noche: tienes sueño, pero también tienes hambre y no sabes si irte a la cama o prepararte un sandwich. Aunque si realmente estás muy cansado es casi seguro que el sueño ganará.
Pero si logras reunir fuerzas e ir a la cocina a comer algo, también es muy probable que entonces tardes en conciliar el sueño o que tu descanso no sea tan adecuado: porque tu cuerpo estará intentando hacer la digestión de lo que acabas de comer.
Lo más recomendable es que tu última comida completa del día sea unas dos horas antes de que vayas a dormir: así tu cuerpo podrá concentrarse en un sueño reparador, en lugar de estar desdoblando carbohidratos o metabolizando grasas.
También podrías evitar algunos alimentos que por su composición pueden causarte más problemas para conciliar el sueño, o estimulantes como el café o el té.
Un vasito de leche antes de dormir
Aunque podemos identificar algunas sustancias en los alimentos que pueden interferir con los ciclos de sueño y vigilia, es complicado decir cómo actúan de forma aislada.
Por ejemplo, hay alimentos que contienen triptófano, un aminoácido que en el cerebro contribuye a inducir estados de sueño.
El triptófano está presente en alimentos como el pavo o la leche, a los que por eso a veces se les atribuyen “propiedades somníferas”, pero la realidad es otra.
Hay estudios que muestran que, cuando el triptófano está acompañado de proteínas, como en el pavo o la leche, difícilmente será absorbido por el cuerpo para llegar al cerebro e inducir somnolencia.
Dormir o comer, esa es la cuestión
Analizando hábitos alimenticios de muchas personas, se ha concluido que para que el triptófano sí contribuya a nuestro sueño, debemos consumirlo combinado con carbohidratos.
Pero debemos poner mucha atención: los carbohidratos como harinas o azúcares añadidos también se han ligado a una mala calidad de sueño: si queremos un efecto benéfico debemos buscar los carbohidratos que están presentes en las frutas o verduras.
Aunque esas decisiones pueden llegar a ser complicadas sobre todo si no dormimos bien: se sabe que las personas que duermen menos tienden a tener peores elecciones de alimentación y prefieren comidas con muchas grasas o azúcares, como pizzas o pasteles.
Quizá porque, al estar cansados, buscamos una forma de sentirnos mejor y un camino fácil para lograrlo es darle al sistema de recompensa del cerebro lo que quiere, para que nos regrese un poco de dopamina.
Al final la cuestión sigue siendo complicada: para dormir bien hay que comer bien, pero también para comer bien hay que dormir bien. Quizá la solución es que la próxima vez que tengas ganas de comer una pizza, te duermas una siesta primero.
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